Hospedarse en HARLEM – New York

Desde que decidí ir a New York, aquella Primera vez hace 10 años, sabia que quería hospedarme en Harlem. Lo tenia tan decidido como todo lo demás.

Consulte con todos los que conocían la isla y no hubo uno solo que me comentara que: en Harlem no hay blancos, en Harlem es peligroso estar de noche y que estaba completamente loca, claro.

Así que, sin ayuda de los viajeros me aventure sola a investigar sobre el barrio y sacar mis propias conclusiones. Esta investigación me llevo a bookear un departamentito cerca de Lenox Av., de esos chiquitos tipicos de USA, debajo de un edificio y de un solo ambiente, hermoso.

Jamas me voy a olvidar de la primera noche, no dormi nada, no entendia los ruidos de la ciudad y por cualquier cosa me despertaba alterada. Pero los dias fueron pasando y me acostumbre al departamento, a la ciudad, a la gente y de golpe, me senti parte.

Consulte con mis vecinos para ir a una misa de gospel, tenia muchas ganas de conocer y para comprar comida en lugares cercanos; tenia un supermercado a dos cuadras que era enorme y jamas lo vi.

Lo que mas me llamo la atención fue la calidez de la gente, lo que nosotros llamamos “buena onda”.

Seguramente 10 años despues muchas cosas se me borraron de la memoria pero jamas me olvidare de mis vecinos de al lado, una señora que vivia con su marido y sus 3 hijos (dos de entre 10 y 12 años y una nena de no mas de 4). Todas las tardes, cuando yo volvia de mi recorrido por Manhattan, la señora estaba en la vereda, sentada en las escalinatas de su departamento; viendo como sus hijos jugaban, andaban en bicicleta y se divertian con una pelota.

Desde el dia uno de mi visita la salude con un “hello” cada vez que la veia, se ve que la nena entro en confianza porque el dia tres ya me respondía y para el dia seis sucedio el milagro.

Doble en la esquina como todos los dias y ahi estaban ellos jugando, cuando los vi sonrei y salude, la nena emocionada solto su muñeca, corrio hasta mi y me abrazo las piernas, pobre mas alto no llegaba, yo me agache para abrazarla y recuerdo haberle pedido por señas a la madre permiso para alzarla.

La levante, intercambiamos unas cosquillas, unas palabras y unas risas y la deje al lado de su mama. Ella me hizo algunas preguntas, de porque estaba ahi, si estaba estudiando en la NYU y porque habia elegido el barrio para hospedarme. Charlamos bastante de todo y despues volvi a mi departamento con la sonrisa mas grande de mi vida.

Mis dias en New York pasaron corriendo, como todos los dias en vacaciones, pero desde el 6to en adelante todos terminaron con un abrazo de mi vecinita de al lado. La nena con las trenzas mas dulces de Harlem.

Hace 10 años que cuento esta experiencia y jamas encontre a alguien que no se sorprenda porque me aloje en Harlem, probablemente aun tenemos mucho que aprender sobre como vivir en sociedad pero les aseguro que si no conocieron Harlem, les quedo parte de la historia de New York en el tintero.

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